1º Premio de Cuentos y Relatos Cortos 2016
14 de febrero
Los días pasaban largos y monótonos para Javier que, ya en avanzada edad, se encontraba en su habitación disfrutando de su lectura diaría. Hoy parecía ser un día como cualquier otro, pero para una gran parte de la sociedad no era así.
Miró entonces por la pequeña ventana que se encontraba a su lado, adornada con pequeñas jardineras donde crecían unas bellas rosas blancas, las cuales cuidaba cada día con todo su amor y cariño. En la calle de ese pequeño pero hermoso pueblo, pudo observar cómo los jóvenes se dirigían de un lado para otro, unos con ilusión en sus miradas, otros con obligación y aburrimiento, pero todos con rosas en sus manos, globos con forma de corazón.
Era 14 de febrero, un día en el que todos trataban de demostrar su amor.
En cambio, nuestro protagonista no lo veía así. Cada vez que miraba las calles,veía regalos repletos de dinero y vacíos de sentimiento; cartas llenas de palabras huecas.
Cerró su libro de golpe, se levantó lentamente del sillón y se dirigió a la puerta.
Ya con sus ochenta y nueve años cayéndole encima, Javier salió a la calle. Nada más atravesar la puerta, un fuerte olor a rosas inundó todos sus sentidos. Miró a su alrededor, las pocas tiendas que había estaban adornadas de rojo, con cajas de bombones en sus escaparates y globos en sus puertas. Perfumes carísimos había en aquellos comercios más sofisticados, y hasta en los estancos vendían cartas y rosas de plástico.
Entonces, el anciano se dió cuenta de como había cambiado todo…
Cuando él era joven, el amor se demostraba cara a cara, no tras las pantallas. Para decirle algo bonito a tu pareja no le mandabas un regalo, ni un mensaje, ni le enviabas una carta el único día del año en el que parecía estar permitido. Ibas hasta su ventana y le Ianzabas piedrecitas hasta que te contestaba. El mayor regalo que le hacías era un candado que atabas en algún sitio especial o un collar con una foto de los dos, no una montaña de flores o siete cajas de bombones. Y si se enfadaba, la llevabas a ver el lugar más hermoso que jamás habías imaginado, no a la cama.
Todo había cambiado tanto. ..
Mientras caminaba, pensó que se sentía mucho más amor en un solo aeropuerto u hospital, que en todo el mundo durante este día tan especial. Que las personas se habían vuelto superficiales y no sabían ver más allá de la capa material que a todos nos recubre.
Tanto caminó, que hasta que llegó a su puerta no se dió cuenta de que ya había recorrido todo el pueblo. Entonces, como cada día del año, se dirigió a su pequeño balcón. Regó sus hermosas flores y, como era costumbre, fue a por sus tijeras. Pero a diferencia del resto de mañanas, esta vez cogió una rosa más de las que habituaba.
Con ellas en la mano, comenzó a caminar hacia un camino de tierra que conducía a las afueras del pequeño pueblo. A su lado derecho, podía observar antiguas bodegas, de las cuales la mayoría se encontraban parcialmente derruidas. En cambio, a su derecha se encontraba un enorme campo sembrado con trigo y cebada, tintando de verde las praderas que se extendían de manera que era imposible ver donde finalizaban.
Tras quince minutos de marcha, por fin pudo divisar a su derecha el lugar al que se dirigía.
Atravesó la puerta de hierro que tan bien conocía y encaminó hacia un hermoso enebro, el cual fue plantado por él mismo años atrás, sobre la lápida de la persona que tanto amaba. Nada más llegar, se sentó en la sombra que le proporcionaba y dejó las blancas rosas al pie de su tronco.
— Buenos dias, mi amada Linda. Hoy te traigo rosas blancas, tus favoritas, como cada día. Puede que no lo veas, pero hoy traigo una más que de costumbre. Es porque he visto que todos los jóvenes trataban hoy de demostrar su amor, ya que es San Valentín. La verdad es que no los entiendo, yo te traigo rosas cada día, como cada día te amo, y te amaré. En realidad, hoy tienes una rosa más porque cuando corté el número de todos los días, tras todas ellas, vi una rosa enorme y preciosa, casi tanto como tú, y no podía dejar que se marchitara. Yo no soy como todos esos jóvenes, cuido mis rosas todos los días, como cuido este árbol y cuido mi amor por tí. Para que nada se marchite, hay que amar todos los días, es algo que aprendí durante esos pocos años que estuve a tu lado. No dejaré que nada pierda su brillo hasta qua volvamos a encontramos, Linda, porque entonces ya nada podrá separarnos.
De esta forma, cada día del año, Javier visitaba a su mujer y demostraba todo su amor por ella, hasta que finalmente se unieron en una misma estrella.
LORENA REMACHA BORDALLO.
1º Premio Concurso “Juan Ramirez” 2016. Adultos.
LARA PEREZ MARTINEZ
1º Premio Concurso “Juan Ramirez” 2016. Infantil.
BERTA CAZCARRO VALTUEÑA (9 años)